Nunca seré suficiente
Nunca seré suficiente.
Es un hecho. Siempre habrá algo malo en cualquier cosa que haga. En referente a la escritura también, por supuesto: personajes incoherentes, tramas extra-dramáticas, descripciónes que no aportan lo que deberían, escenas de sexo que poco tienen que ver con lo que son...
Está bien. Es algo que debo aceptar. Llevo mucho tiempo luchando con esta idea de que si lo que hago no es perfecto no merece la pena. Sin embargo, tengo un problema fundamental que es el que me impide poder asumirlo por completo. Un problema que limita mi capacidad de disfrutar de las cosas y me hace sacar la puntilla siempre. Vivo con un tirano: Yo.
Me gusta pensar que dentro de mi cabeza viven dos personas, que se complementan y, a veces, incluso se solapan. Una de esas personas es terriblemente insegura y sensible. Llora, patalea, se enfada, grita... todo tipo de gestos que harían que más de uno se llevara las manos a la cabeza, sobre todo por cosas que no son para tanto. La otra, es increíblemente fría, racional y metódica. Sabe lo que es correcto, lo que está bien y los estándares mínimos que debe alcanzar. Os podéis hacer la idea de que la convivencia entre las dos es un absoluto infierno
.
Por una parte, cuando la emocional toma el control, los sentimientos son el motor que guía mis acciones. De ahí que a veces tenga reacciones impulsivas y muy viscerales hacia cosas que no deberían hacerme saltar así. Por ejemplo, un libro o una charla acalorada con un amigo puede hacer que pase de un estado normal a la irritabilidad más absoluta. Sin embargo, esto tiene un lado bueno: las emociones son sinceras. Empatizan, dan algo que no siempre se puede explicar bien. Son un sube y baja de adrenalina que me recuerda que sigo siendo persona; y por eso, en parte, sigo haciendo cosas relacionadas con el arte, porque es una manera de canalizar esa parte de mí que necesita explotar.
Para ser sincera, no sé quién es más gilipollas de los tres; si yo como conjunto o alguna de mis dos partes por separado.
Cuando me pongo a crear algo (ya sea escribir, dibujar o lo que sea), mi parte emocional va rampante como un conejillo feliz. Da saltitos, mordisquea aquí y allá y sale corriendo si ve que alguien aparece por detrás. El problema es cuando, entrado en el proceso, el lado racional se despierta y quiere poner orden. A veces intentar arreglar algo lo estropea más y una de las cosas que he aprendido como artista es que los días malos hay que dejarlos llover y pasar. El lado emocional, llora de frustración, el racional se cabrea por la impotencia; y cuando la tormenta pasa y cada uno se ha ido a su esquina, lo único que me queda es una sensación de absoluto vacío.
El único momento en el que el lado racional colabora con el emocional es cuando llega a un punto de desesperanza. Es en ese momento cuando el lado racional se converte en un hermano mayor le da palmaditas en la espalda al emocional: "No es culpa tuya", "ya te saldrá mejor la próxima", "no te angusties, vas mejorando". No sabría decir si son una mentira o si es solo el fervor del momento, que le hace decir cosas que no piensa; porque por mucho que hoy diga que todo está bien, mañana sacará su cuchillo en cuanto las cosas no vayan como quiere.
Nunca seré suficiente para mí. Siempre habrá alguien mejor, más guapo, más divertido y mejor persona en general que yo; pero lo que realmente duele es darte cuenta de que nunca llegarás a tus propios estándares. Sí, estoy aprendiendo a soltar, por imposible que parezca; pero eso no significa que esa vocecita deje de existir. Seguirá ahí, agazapada en una esquina, esperando a que la cague; y el ciclo volverá a empezar otra vez.
Algún día esa voz dejará de importarme. Algún día será solo ruido de fondo.
Nunca seré suficiente; y está bien.


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